Las fotos hablan por si solas y en Corzuela la sensación de que pudo haber sido una tragedia se acrecenta con el paso de las horas. Dios quiso que el motivo del pitazo final de Ricardo Meza haya sido las garantías ausentes para que se siga jugando y no la perdida de una vida inocente que solamente estaba festejando un gol.
Pasan las horas en Corzuela y la sensación de que pudo haber sido una verdadera tragedia es cada vez mas fuerte. Solamente un medium podria haber anticipado que de un festejo normal de un gol en un clásico, todo una fiesta del fútbol corzuelence en el Barrio Malvinas, se pasaría al derrumbe de una construcción que con tanto sacrificio el Club Unión y Fuerza había encarado hasta lograr la autorización de su estadio. Fue un clásico fallido en tierra de Payasos (el primero que se jugaba en un escenario recién inaugurado) cuyo punto a parte fue nada mas que la suspensión del partido (se jugará lo que falta en Huracán) y no algo mayor.
Las fotos impactan y hablan de una buena cantidad de columnas que se vinieron abajo junto al tejido, casi como en un efecto dominó. Y en esas milésimas de segundos el de arriba quiso que esas piezas de hormigón armado caigan al vacío sin que se lleve puesta la vida de algún fanático, acabando en raspones y heridas leves y en un susto enorme que quedará por siempre como una anécdota desgraciada en la Capital Provincial de la Tradición.
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