10 de septiembre de 2010

NI UN ALFILER...


El Coliseo Rojo estuvo totalmente colmado. Se estima que en el estadio estuvieron presentes al menos 1500 personas. Realmente una grata noticia para el fútbol de la liga que cada domingo que pasa se va haciendo más grande. 

El clásico entre Juventud Unida y Cooperativista fue todo un espectáculo. No solo por el gran partido que se ha visto dentro de la cancha sino también por el colorido de las hinchadas. En el local, ya es una costumbre. Como en el partido vs. Unión Progresista por el Federativo, el Pueblo Rojo se volvió a convocar. Y en Cooperativista, luego de la preocupación de los dirigentes en torno a que si bien el equipo es el líder del campeonato la gente no lo estaba acompañando; esta vez fue todo lo contrario. Una bandeja completa es la que ocuparon los fanáticos del Agrario.

Se acercaba el inicio del partido y si bien las tribunas no estaban completas, la banda del Rojo sonaba al compás de una estridente trompeta y acompañada por las palmas de familias enteras que se llegaron hasta el estadio. Luego llegó la orquesta visitante al ritmo de los bombos y con un potencial de fuegos artificiales muy navideño.
Los equipos ingresan a la cancha y todo es mágico. El colorido del recibimiento de la hinchada te permite viajar a aquellos gloriosos partidos de los años 80´ y para el fanático del Rojo, teniéndolo a Hildo Coria en el banco de suplentes, es imposible la comparación con aquella gran definición del campeonato 1.983 con Unión de Pinedo.

Los goles eran una excusa muy bonita para levantar las banderas mucho mas alto y para entregarse totalmente a la locura. El alambrado olímpico también es pretexto para apoyarse sobre el y desde la voz del estadio piden inútilmente que se sienten para dejar mirar a los demás; pero nadie lo escucha.

Rodríguez Díaz o Yulán corren amenazantes detrás de la pelota y todos se levantan; pero el defensor despeja el peligro y todos juntos y al mismo tiempo se vuelven a sentar sobre el hormigón. No todo es fiesta; en la locura del hincha también hay espacio para el sufrimiento de los goles en contra. Algunos más nerviosos eligen putear a sus jugadores. Otros más gente en cambio optan por alentar mucho más que antes.
 
Las palmas de grandes y chicos al ritmo de los bombos son cada vez más fuertes al ver que sus jugadores dan todo dentro de la cancha.
Se acerca el final del partido e irrumpe nuevamente la voz del estadio:”La hinchada visitante tiene que salir 15 minutos después de terminado el partido”. Los fanáticos del Agrario se unen en una sola causa: el silbido. Sin embrago en el Pueblo Rojo prefieren acusarlos cantando que a “A la Coope lo cuida la policía”. El jefe del operativo policial larga una sonrisa irónica mientras dirige la operación final luego de una noche de mucho movimiento.

Meza ejecuta el pito y el clásico ya es historia. Con el empate consumado, lentamente todos empiezan a retirarse del Coliseo con una sonrisa de oreja a oreja. Más allá del resultado, el hincha se va feliz por haber visto un gran partido y que sus jugadores no lo defraudaron. El fútbol nuestro está más vivo que nunca, y mas allá de alguna u otra falla, la fiesta fue completa.

El fútbol de la liga lo vivís por Fútbol Charatense

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